EL AVEMARÍA

                                                                       Francisco-Manuel Nácher López

 

         1.- El Avemaría es una oración poco conocida por el mundo del ocultismo, incluso por el propio Max Heindel. Pero éste escribió muy claro en su Carta nº 4 a los estudiantes:

                   …nos hacemos daño a nosotros mismos si incurrimos en la negligencia de no aprovechar la gran oportunidad de ayudar a la elevación de la iglesia.

                   Desde luego, que no hay obligación alguna. No se exige de usted el ingreso o la asistencia a la iglesia pero, si asiste a ella con espíritu de ayuda, puedo prometer a usted que experimentará un maravilloso crecimiento del alma en un corto espacio de tiempo. Los grandiosos Ángeles del Destino, que son los que dan a cada nación la religión más apropiada a sus necesidades,  nos situaron a nosotros en tierra cristiana porque la religión cristiana es la que mejor nos ayudará en el desarrollo espiritual. Aún admitiendo que ha sido oscurecida por el Credo y los dogmas, no debemos permitir que esto nos impida la aceptación de las enseñanzas que son buenas, porque eso sería tan tonto como situar nuestra atención sobre las manchas del rol rehusando ver su luz gloriosa.

         Y sabiendo, como él sabía, que en la iglesia católica la Virgen María ocupa un lugar preeminente, y habiéndonos asegurado en sus obras, - especialmente en El Concepto Rosacruz del Cosmos - que se trata de una altísima Iniciada, nos estaba diciendo indirectamente en el párrafo anterior, que la venerásemos como tal. Recodemos aquí que la iglesia católica tributa el culto llamado de “latría”, sólo a Dios, el de “hiperdulía”, sólo a la Virgen María, y el de “dulía”, a los ángeles y a los santos. Está clara, pues, la distinción que se hace con relación a María.

         Esa omisión de María por la mayor parte d ellos ocultistas célebres se debe también a que, en gran parte, eran de educación protestante y es sabido que éstos no ven en María sino a la madre de un hombre, sin reconocer en ella nada de especial por lo que tenerla que venerar.

         2.- Y ha sido, entre todos los ocultistas, Corinne Heline, la discípula predilecta de Max Heindel, la que se ha preocupado, de modo especial y directo, por estudiar la figura de María de Nazaret, dedicándole algunas de sus muchas obras, desgraciadamente aún no traducidas al español si bien todas ellas están incluídas en el catálogo de libros relativos a la Filosofía Rosacruz, que nuestra Sede Central facilita a quienes los solicitan.

         En una de esas obras, titulada “The blessed Virgin Mary, her life and mission” (La bienaventurada Virgen María, su vida y su misión), escrita, tras una profunda investigación en la Memoria de la Naturaleza y con una devoción, una delicadeza y una claridad exquisitas, nos narra la vida de la Madre de Jesús. De todos modos, no vamos hoy a tratar sobre ese sugestivo libro, sino sobre la oración por excelencia a ella dedicada.

 

         3.- Pero, antes de entrar en el estudio del Avemaría, conviene que estudiemos o repasemos algunos asuntos que nos aclararán más el contenido y la intención de la conocida oración.

 

         4.- Primero, hemos de recordar que María fue la madre de Jesús. Eso no tendría nada de particular si no fuese porque Jesús, el más evolucionado y avanzado iniciado de la oleada de vida humana, tenía que ceder, más tarde, sus vehículos físico y vital, nada menos que a Cristo, el más elevado iniciado de la oleada de vida de los arcángeles, regente del sol y manifestación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

 

         5.- Cristo, como arcángel que era, a lo largo de su evolución, nunca tuvo cuerpo físico ni cuerpo vital. Por tanto, no estaba en su mano construirlos y, si quería vivir y actuar en este mundo físico - como, por otra parte era necesario para llevar a cabo el trabajo de redención que sólo Él podía realizar - y penetrar en la Tierra para convertirse en su regente, - necesitaba de un cuerpo físico y de un cuerpo vital. Pero, dada Su inmensa elevación espiritual, su inconcebible energía, eran precisos dos vehículos lo más perfectos y avanzados posible, que fueran capaces de contener o, mejor, de ser compenetrados sin desintegrarse en el acto, no sólo por el cuerpo de deseos de Cristo, sino Su cuerpo mental, su Yo Superior, Su mónada y… se nos escapa qué elementos más y de qué niveles más elevados.

 

         6.- Por eso, el más puro y evolucionado de los hombres tuvo que nacer. Pero, como las  características de la materia del cuerpo físico y vital inferior las heredamos de las de los padres (los ya familiares “genes”), para producir esos vehículos tan perfectos en Jesús, hacían falta unos padres prácticamente igual de perfectos que Él, y unos abuelos, tanto paternos como maternos, del mismo nivel, y unos antepasados de similares características durante varias generaciones, con el fin de que esos genes fuesen avanzadísimos y permitiesen la expresión, a su través, de todo el esplendor y las facultades del propio Cristo.

 

         7.- Para comprender esto, hemos de recordar que todos los hombres y todos los animales y plantas y aún los minerales, somos espíritus virginales, todos igual de maravillosos, como partes que somos del propio Dios. Y que lo único que nos diferencia es el grado de evolución, es decir, de desarrollo o, mejor, de despertamiento de cada espíritu y, por tanto, el nivel de conocimiento que ha adquirido del mundo físico y, derivado de él, el nivel de perfección que es capaz de imprimir a sus vehículos a través de los que se expresará a lo largo de sus siguientes encarnaciones terrestres. El que es, por ejemplo, envidioso, es un espíritu tan maravilloso como los demás, sólo que aún no ha logrado suprimir el sentimiento de envidia, y sus vehículos etérico y físico no saben, por tanto, porque no lo han hecho nunca, expresar en este mundo la virtud opuesta. De ahí la necesidad de ir descubriendo nuestros defectos y sus virtudes opuestas y de comprenderlas, sentirlas y ejercitarlas, para que nuestro espíritu las comprenda y, al formar nuestros sucesivos cuerpos, pueda hacerlos capaces de expresar esas virtudes recién adquiridas.

 

         8.- Teniendo eso claro, comprenderemos que eran necesarias esas pureza y perfección de los vehículos que Cristo había de usar. Y que, por eso, se eligió como madre de Jesús precisamente a María. Tanto ella, como Jesús y José y los abuelos y algunos más, fueron de los que no cayeron en lo que se ha dado en llamar el Pecado Original y, por tanto, evolucionaron como estaba previsto en el plan de Jehová, como si no se hubiera producido la intervención inesperada y no prevista por Aquél, de los ángeles caídos o Luciferes (Romanos, 5: 13-14: “La muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso entre los que no habían pecado, cometiendo un delito como el de Adán”). Por tanto, no habiendo sido víctimas del pecado de la carne, de la atracción pasional del sexo, del mal uso de la energía creadora sexual, su pureza, que es una de las energías más potentes y constructoras que existen, porque nace de la fuerza creadora sexual no malgastada y transmutada en pensamientos y en actos positivos y altruistas, era total.

 

         9.- Recordemos, sin embargo que, a pesar de todas esas precauciones, era tal la elevación vibratoria de la energía Crística que, tras el Bautismo de Jesús, momento en el que cedió sus dos vehículos inferiores a Cristo y fueron ocupados por Él, naciendo Jesu-Cristo, éste se tuvo que retirar al desierto los significativos cuarenta días - un período indeterminado - para armonizar sus dos partes con la ayuda de los sanadores esenios que, con tal fin habían nacido, como secta judía, poco más de un siglo antes, y para aprender a utilizarlos y acostumbrarse a ellos.

         Valdría la pena hacer aquí un inciso para darnos cuenta, aunque sólo sea someramente, de lo que debió ser aquello para el propio Cristo: Él era el más evolucionado de los arcángeles - que ya están dos Períodos por delante de nosotros en la evolución - y había adelantado a su propia oleada de vida en tres Períodos y medio - la Ley de analogía nos dice que, si los Hermanos Mayores han recibido las cuatro Iniciaciones Mayores, han terminado de adquirir las experiencias del Período de Vulcano y, por tanto, nos llevan tres Períodos y medio de ventaja, lo mismo ocurrirá con Jehová en cuanto a los ángeles, con Cristo en cuanto a los arcángeles y con el Padre en relación con los Señores de la Mente - y había logrado su identificación con el Segundo Aspecto del Logos Solar, el que creó y mantiene todo el sistema planetario del que la Tierra sólo es un planeta y no de los más importantes y, por tanto, se había convertido en un ser de nivel cósmico. Y ese ser de nivel cósmico ¡tuvo que introducirse en los cuerpos físico y vital de Jesús! Y encontrarse en un mundo, el físico, para Él completamente desconocido, sometido a leyes nuevas, con sensaciones - las de los sentidos físicos - ignoradas, y con influencias - de las personas, de las cosas, de los elementos, hasta de las estrellas - también nuevas para Él. Un ser cuya vibración abarca todo el sistema planetario, metido en un simple cuerpo humano y en mundos y condiciones ajenas a su propia evolución y a sus propias experiencias.

 

         10.- ¿Y qué particularidades poseía María para ser la madre de Jesús? Aparte de su pureza, de la que ya hemos hablado, se había dedicado vidas y vidas al servicio del Templo, había aspirado a la elevación sin desmayo, había servido inegoístamente a sus semejantes y había llegado a identificarse y a manifestar en sí misma la polaridad femenina en todos sus significados, hasta el punto de encarnar, de un modo imposible de comprender aún por nuestras mentes incipientes, el ser de la Materia Primordial, la fuente de toda forma, la matriz de todo lo existente; así como la polaridad femenina o negativa del espíritu, en plena igualdad con la masculina; era la discípula más aventajada de la Regente de Virgo, los Señores de la Sabiduría, gran iniciadora de todas las vírgenes iniciadas, madres de dioses, que existieron en todas las religiones; había llegado a encarnar en ella la feminidad, la maternidad, la perfección de la mujer, desde todos los puntos de vista: físico, etérico, emocional, mental y espiritual.

 

         11.- Quisiera leeros a continuación un documento publicado en 1933, en el Almanaque de Tierra Santa. Se trata de una carta de Publio Léntulo, gobernador de Judea, que fue el antecesor de Poncio Pilatos, traducida de su original en latín, que se conserva en casa de S. S. Cesarini, en Roma. Dice así:

         "Tengo entendido, ¡oh César! (...), hay por aquí un hombre que practica grandes virtudes, y se llama Jesucristo, a quien las gentes tienen por un gran Profeta y sus discípulos dicen que es el Hijo de Dios. (...).

         "Todos los días se oyen cosas maravillosas de este Cristo; resucita a los muertos y sana a los enfermos con una sola palabra. Es un hombre de buena estatura, hermoso rostro y tanta majestad brilla en su persona que, cuantos le miran, se ven obligados a amarlo. Sus cabellos son de color de avellana no madura, extendidos hasta las orejas y, sobre las espaldas, son del color de la tierra, pero muy resplandecientes. La nariz y los labios no pueden ser tachados de defecto alguno: la barba es espesa y semejante al cabello, algo corta y partida por en medio. (...)

         "Tiene los ojos como los rayos del sol, y nadie puede mirarle fijamente al rostro por el resplandor que despide. (...). Tiene las manos y los brazos muy bellos. Su conversación agrada mucho, pero se le ve muy poco y, cuando se presenta, es modestísimo en su aspecto; en fin, es el hombre más bello que se puede ver e imaginar; muy parecido a su madre, que es la mujer más hermosa que se ha visto por estas tierras. Si Vuestra Majestad, ¡oh César!, desea verlo, como me escribiste en cartas anteriores, dímelo, que no faltará ocasión para enviarlo. En letras asombra a toda la ciudad de Jerusalén. Él nunca. ha estudiado, pero sabe todas las ciencias. Muchos se ríen al verlo, pero en su presencia callan y tiemblan. Dicen que jamás se ha visto ni oído a hombre semejante. (...). Algunos se me quejan de que es contrario a V. Majestad. Me veo molestado por estos malignos hebreos.( ...).

         "En Jerusalén, declaración séptima, luna undécima.”

         Cada uno es muy dueño de extraer sus propias conclusiones. Pero este texto se ajusta bastante bien a lo que imaginamos debió ser la realidad.

         La pureza de María, convertida en energía potentísima, le dio una fuerza espiritual que la lanzó al nivel angélico, - ya que los ángeles se caracterizan por la pureza y el amor, que derraman espontáneamente - de modo que toda su vida transcurrió en la compañía de los ángeles, que fueron sus mentores, sus guías y sus amigos.

 

         12.- Corinne Heline que, como he dicho, investigó en la memoria de la naturaleza este tema, en otra de sus obras titulada “Las Iniciaciones Supremas de la bendita María” (The supreme Iniciations of the blessed Virgin), dice, entre otras cosas, que:

 

                   - María es el más elevado Maestro Iniciado que ha pisado la Tierra en cuerpo femenino.

                   - Debido a su elevación y evolución espiritual, fue elegida para ser la madre del Maestro Jesús.

                   - Cuando cumplió esa misión, se arrogó la de trabajar por la elevación de todo el género humano y atender, especialmente, a las mujeres y, de modo especial, a las gestantes, y a los niños.

                   - Apenas nació, fue puesta bajo la tutela del ángel Gabriel. El hogar de su infancia fue un templo angélico. Durante sus años de servicio en el Templo, en el que entró a los tres y del que salió para contraer matrimonio, sus amigos más íntimos no fueron los humanos, sino los ángeles.

                   - La primera elevada iluminación que le llegó a María se produjo cuando tuvo lugar la Anunciación. Gabriel le enseñó a leer en la Memoria de la Naturaleza, donde se informó del especial destino que le estaba reservado. Cuanto más elevado un espíritu, mayor es su humildad. Así que, la emoción y el asombro que le produjo la noticia de que estaba destinada a ser la madre del Mesías, sobrepasó todos sus sueños pues, a lo más que se había atrevido a aspirar era sólo a ser digna de servir al Salvador. Vio también en los registros akásicos el sufrimiento que le esperaba por la pasión de su hijo y por la incomprensión, las humillaciones y las persecuciones a las que estaría sujetos ambos. Son las pruebas de todo aspirante. Podrá estar rodeado de amigos o de seguidores, pero esas pruebas las habrá de experimentar en la soledad de su espíritu. Después de la Anunciación, pasó muchas horas y muchos días en oración, meditando sobre su inmensa responsabilidad.

                   - Fue Gabriel quien le aconsejó visitar a su prima Isabel, que había sido su maestra querida, cuando ambas residían en el Templo. María siguió la sugerencia de Gabriel y se puso en camino. En aquella época era corriente que los soldados romanos cometiesen toda clase de tropelías con quienes viajaban y se cruzaban con ellos. Pero, cuando María pasaba por un lugar, era de tal potencia la vibración que emanaba de ella, que toda violencia se veía frenada y la gente la bendecía una vez había pasado.

                   - Se ha hablado mucho sobre las Iniciaciones de los cuatro elementos, pero no se ha detallado en qué consisten. El Agua representa las emociones, el Fuego, la naturaleza de deseos; el Aire, la mente; y la Tierra, los átomos que componen el cuerpo físico.

                   - La Iniciación del Agua se refiere a la subyugación total de las emociones, alteradas por los Luciferes en el interior del hombre. Sólo cuando se han acallado es posible escuchar la “Voz del Silencio” que susurra cuando los vientos, los fuegos y otras tribulaciones han cesado. La escena de Cristo calmando la tempestad representa esa consecución. Nos dice que estaba enseñando a sus discípulos a dominar las emociones. La Iniciación del Agua, pues, se la impartió a María el mismo Cristo en el momento de la Anunciación, como consecuencia del dominio adquirido sobre sus emociones. Ella comprendió que Cristo no venía a salvar a la Humanidad, sino a “borrar los pecados del mundo” y a enseñarle al hombre cómo salvarse a sí mismo, cómo ser verdaderamente libre y responsable. La Iniciación está representada por las palabras de María: “Hágase en mí según tu palabra”- Es el elevado y santo significado del Rito de la Anunciación.

                   - La segunda Iniciación es la de la Inmaculada Concepción. María, como las demás vírgenes veneradas por todos los pueblos, madres de creadores de religiones, representa al signo de Virgo, que siempre ha estado en los cielos recordando su influencia. En esa Virgen celeste brilla una estrella en cada mano, otra en cada pie, otra en cada rodilla, dos en la parte inferior del cuerpo, una en el corazón, una en la garganta y dos en la cabeza, totalizando los doce chakras o centros de energía del cuerpo. Cuando estos centros despiertan, se construye el “Traje de Bodas” y se puede recibir la Iniciación de la Inmaculada Concepción. La virgen en los cielos es el prototipo de las Iniciadas femeninas del mundo. Es la Istar de Caldea y Babilonia, la Isis de Egipto, la Perséfone de Grecia, y la María de los cristianos. Todas ellas han traído a la Humanidad el misterio de la Inmaculada Concepción. La Iniciación correspondiente es la del Fuego, que supone el dominio completo de los deseos. El odio, la venganza, la envidia, el resentimiento, la sensualidad y todos los demás deseos destructivos han de haber sido transmutados en poderes constructivos. Esta Iniciación está sugerida en el pasaje en que Elías es arrebatado a los cielos en un carro de fuego, que no era otra cosa que su cuerpo alma, que se había convertido en un “cuerpo de luz”.

                   - El día de Pentecostés, María y los demás discípulos fueron elevados al plano de la conciencia crística o Mundo del Espíritu de Vida, en el que se comprueba la afirmación de que “en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Es el mundo de la unidad, de la fusión con el Todo. No supone, como algunos creen, el volcarse uno en el océano del todo y perder así la propia conciencia; supone, por el contrario, volcar el todo en nuestra propia individualidad, de modo que sentimos que todo está en nosotros, forma parte de nosotros, como debe sentirlo el propio Dios. Así se comprueba que el daño hecho a cualquier hombre, daña a todos y que la felicidad proporcionada a cualquiera, hace felices a todos. El Rito de Pentecostés supone la Iniciación del Aire. El tiempo y el espacio son trascendidos. Cristo describió los efectos de esta Iniciación diciendo: “Tomarán en sus manos serpientes; y ningún veneno les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos sanarán”. El emperador Domiciano hizo beber a San Juan un veneno y quedó tan maravillado de que no le produjese efecto, que lo dejó en libertad. Al terminar el Período Terrestre, toda la Humanidad habrá recibido los poderes inherentes al Rito de Pentecostés.

         En el Rito de Pentecostés, la Virgen María y los apóstoles recibieron la Primera Iniciación Mayor, hasta entonces desconocida en la Tierra y que les habilitó para recibir enseñanzas del espíritu Santo, que despertaron en ellos la facultad de “hablar en todas las lenguas” o, mejor, de ser entendidos por todos, cualquiera que fuera su propia lengua.

                   - La Tierra ha de pasar aún por los Períodos de Júpiter, de Venus y de Vulcano. Durante el primero, ni la tierra ni el hombre tendrán cuerpo físico. Su vehículo más denso será etérico. María, durante el Rito de la Asunción, fue elevada al plano etérico. Cuando Cristo la coronó durante ese Rito, estaba impartiéndole la Segunda de las Grandes Iniciaciones, que proporciona las condiciones bajo las cuales la Humanidad vivirá durante el Período de Júpiter.

         En cuanto al apóstol Juan, el más avanzado de los discípulos, alcanzó las características que la Humanidad ostentará en el Período de Venus, lo cual significa que recibió la Tercera Iniciación Mayor, sustituyendo la muerte por la inmortalidad, la vejez por la juventud y el dolor por la felicidad. De modo que, junto a Jesús - el más elevado Iniciado de la oleada de vida humana y que se adelantó a ellos - San Juan y la Virgen María son los dos más exaltados seres que hayan venido a la encarnación.

         En cuanto al Período de Vulcano, sabemos que será el último antes de que se cumpla aquello del principio de los tiempos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, porque habremos ya formado definitiva y completamente el Cristo Interno. Terminado el Período, Cristo dejará a los hombres en las manos del Padre. El propio Jesús pasó por esa Cuarta Iniciación en el momento de la Crucifixión, cuando exclamó, según la Escritura. “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Esta frase, que ha preocupado a muchos teólogos, está expresando la desesperación de la Personalidad, desechada definitivamente al recibirse la cuarta Iniciación Mayor. La Personalidad que, durante muchos millones de años, ha servido al Espíritu, se ve abandonada definitivamente por su “Padre”. De ahí su exclamación. Pero, en un nivel superior, esa exclamación tiene otra lectura: la del que está recibiendo la Gran Iniciación. Y esa traducción es la de: “Padre, ¡cómo me has glorificado!.” Ambas traducciones, pues, son correctas, dependiendo del punto de vista desde el que se hagan.

                   .- Cuando uno alcanza el estatus de Adepto, con la Primeras Iniciación Mayor, puede funcionar, libre y conscientemente, en la constelación de Piscis, futuro hogar del de las almas perfeccionadas en la Tierra.

         Con la segunda y tercera de las Iniciaciones Mayores, el hombre puede funcionar, libre y conscientemente, en la constelación de Acuario, hogar de los ángeles.

         Cuando se recibe la Cuarta Iniciación Mayor, se puede funcionar, libre y conscientemente, en la constelación de Capricornio, hogar de los arcángeles.

         Mediante la religión del Padre, el hombre podrá pasar a la constelación de Sagitario, hogar de los Señores de la Mente, de los que el Padre es el más alto Iniciado. Entonces, el vehículo del hombre será de sustancia mental. Será universal.

                   - Resumiendo:

         La Iniciación de Pentecostés representa la Primera Iniciación Mayor y proporciona las características de la Humanidad al terminar el Período Terrestre en el que nos encontramos.

         La Virgen María recibió la Segunda Iniciación Mayor, que le proporcionó las características que la Humanidad tendrá al final del Período de Júpiter.

         San Juan recibió la tercera Iniciación Mayor, que le proporcionó las características que la Humanidad disfrutará durante el Período de Venus.

         Jesús recibió la Cuarta Iniciación Mayor y representa el hombre cristificado del fin del Período de Vulcano.

                   - El Rito de la Asunción, está relacionado con la Iniciación de la Tierra. Habiendo María aprendido todas las lecciones que la Tierra puede proporcionar, disolvió su cuerpo físico, utilizó su cuerpo alma y, cambiando la Tierra por los cielos, se domicilió, como ya he dicho, con la oleada de vida angélica. Desde allí asiste permanentemente a la Humanidad, a las mujeres, a los niños, a los enfermos, etc. sin descanso y sin interrupciones, auxiliada por legiones de ángeles.

 

         13.- Sin embargo - y esto resulta curioso y frecuente en los iniciados que, al fin y al cabo, están evolucionando y han de superar pruebas cada vez más duras - María no era plenamente consciente del papel que iba a desarrollar. Por eso, cuando el Ángel Gabriel le anunció que sería madre del Salvador, se sorprendió. Tal era su humildad que ni siquiera se le había ocurrido, conociendo como conocía las profecías que anunciaban la venida de Cristo.

 

         14.- Esa pureza total, de la que participaba igualmente José, así como sus respectivos ancestros, fue la que les permitió a todos ellos llevar a cabo la concepción inmaculada de Jesús, como antes había tenido lugar la de María, hecha pública por la iglesia, y la de José y los demás, no publicadas y, por tanto, desconocidas por los fieles.

 

         15.- Esa concepción inmaculada que, a primera vista parece algo imposible o dificilísimo - el ayuntamiento de los cuerpos con fines de procreación, pero sin el menor asomo de pasión, de deseo carnal ni posesivo, sino como un acto de servicio a un hermano más avanzado que necesita un cuerpo lo más perfecto posible - no lo es en absoluto. Pensemos en lo fácil que nos resultaría a todos nosotros, si fuese necesario para ayudar a alguien o para llevar a cabo un trabajo importante para muchos, el tomarnos un biberón. Cuando éramos bebés, el biberón era nuestra vida, lo deseábamos sobre todas las cosas, no teníamos otra aspiración ni otra necesidad. Ahora, pasados los años, estamos ya muy por encima de aquellas necesidades, que ya no lo son, ni las sentimos y hasta se nos antojan ridículas, aunque entonces no lo eran. Lo mismo ocurre con la sensualidad pasional, que aún es para muchos como una cosa que consideran normal. Pero que no lo es para los que han trascendido el estadio de las necesidades físicas, emocionales o mentales porque, a fuerza de dominar sus instintos animales, los han transmutado en ideales elevados, aspiraciones sublimes y realizaciones inconcebibles para la mayor parte. Ése es el secreto de la Inmaculada Concepción. Un acto de servicio a la Humanidad. Sencillamente.

 

         16.- Porque, no nos engañemos: Jesús fue hijo carnal de María y José. Por eso Su genealogía está en la Biblia. El hecho de que el ángel hablase de la intervención del Espíritu Santo se refería a que, siendo Jehová, o sea, la Tercera Persona de la Trinidad, el responsable durante este Período Terrestre de suministrar a los espíritus los vehículos necesarios para el renacimiento, lógicamente, Su intervención en la producción de esos cuerpos físico y vital de Jesús - y no olvidemos que nosotros aún no somos capaces de construir totalmente nuestros cuerpos físico ni etérico y necesitamos la ayuda y colaboración de los ángeles - resultaba necesaria y definitiva.

 

         17.- Hay que aclarar también que, según Corinne Heline, tras su muerte, María quedó en la Región Etérica del Mundo Físico, es decir, muy cerca de nosotros, con tres objetivos:

         Primero, el constituirse en la protectora de las mujeres gestantes y de sus hijos pequeños.

         En segundo término, preparar allí, en el plano etérico, en compañía de los ángeles que, como sabemos, funcionan en cuerpos etéricos, la próxima venida de Cristo, siendo entretanto mediadora entre los hombres y Dios.

         En tercer lugar, erigirse en catalizadora espiritual para desarrollar la polaridad del corazón en todos los humanos que han elevado su centro de conciencia desde el plexo solar - donde la tienen y la sienten la mayor parte de los mortales - a la parte anterosuperior de la cabeza, entre la zona central de la frente y el centro de la cabeza, lugar en donde el aspirante acaba sintiendo y viendo un foco de luz.

         Por tanto, María, y esto es muy importante y se destaca poco, no sólo hizo posible la primera venida de Cristo a la Tierra - ya que sin su concurso no hubiera sido posible - sino que hará posible también Su segunda venida.

 

         18.- Convendría también añadir que, así como cada uno de los pasajes de la vida de Jesucristo representa un paso en el Sendero de la santidad, por el que todos habremos de pasar y, en otro nivel, un escalón en la serie de las Iniciaciones menores, los momentos importantes de la vida de María son también otros tantos instantes clave de la vida del alma.

 

         19.- María representa también la mujer equiparada, en plan de igualdad, con el hombre, la polaridad femenina del Espíritu Virginal expresada como mujer, equiparada a su polaridad masculina expresada como hombre.

         El pasaje evangélico de las Bodas de Caná, que sólo aparece en el Evangelio de San Juan (2:1-11), el más elevado de los cuatro, nos muestra lo que esa igualdad entre ambas polaridades, el hombre y la mujer, significa: María y su Hijo están invitados a una boda - boda que tiene otros significados simbólicos más profundos - y, en un momento determinado, ella se da cuenta de que a los anfitriones se les ha acabado el vino. Y se lo comenta a su hijo. Éste, lógicamente, le responde que es un asunto que no les compete a ellos. Pero María indica a los sirvientes que hagan lo que Cristo les diga. Y, de ese modo tan sencillo, le obliga a hacer Su primer milagro y a iniciar así su vida pública. Es ella, pues, la que toma la iniciativa y Él la sigue. Ésa es la perfecta igualdad, la perfecta relación entre ambas polaridades, entre hombre y mujer: Unas veces lleva uno la iniciativa y otras, el otro. Sin problemas, sin estridencias, sin superioridades ni inferioridades.

         Y, como los acontecimientos de la Escritura tienen distintos niveles de interpretación, en otro más elevado, María y su Hijo representan en esas Bodas simbólicas la equiparación de ambas polaridades en el hombre, la masculina y la femenina, tan descollante la primera cuando nacemos como hombres y la segunda cuando nacemos como mujeres, pero no a la inversa. Y, en un plano aún más elevado, simbolizan la perfecta unión de la personalidad y el espíritu, las célebres Bodas Alquímicas o místicas.

         En todos los casos, el papel de María no sólo es importante y definitivo, sino que es necesario.

 

         20.- Aún hay otro pasaje evangélico, también exclusivo del Evangelio de San Juan (19: 26-7), que me interesaría recordar. Se trata del momento en el que Jesucristo, ya agonizante en la cruz, al ver a su madre y, a su lado, al discípulo amado, dice:

         - Mujer, ése es tu hijo.

         Y luego, le dice al discípulo:

         - Ésa es tu madre.

         El discípulo Juan nos estaba entonces representando a todos, a toda la Humanidad, porque todos hemos de hollar el sendero una vez u otra durante nuestra evolución. Y María se convirtió, desde ese momento, en madre de Juan, con el que, al parecer, vivió en Éfeso hasta su muerte, pero también en madre nuestra y, como tal, en nuestra mentora y nuestra auxiliadora y nuestra valedora y nuestro refugio, como todas las madres, pero en un grado infinitamente más perfecto y elevado.

 

         21.- Dicho todo cuanto antecede, con todas las implicaciones que ello conlleva, estamos ya en condiciones de comprender el verdadero contenido del Avemaría, una verdadera salutación angélica, ya que fue el Ángel Gabriel el autor, digamos, de la mayor parte del texto.

 

         22.- Empieza, precisamente, con una salutación. La palabra latina “ave” significaba “saludos” o “te saludo” o “se te saluda”. Era la fórmula que empleaban los gladiadores en el circo cuando, brazo en alto, antes de comenzar el espectáculo, exclamaban: “Ave Caesar, morituri te salutant” (Ave, César, los que van a morir, te saludan).

         Nosotros hemos traducido “Ave” por “Dios te salve” porque en el antiguo castellano ése era el saludo habitual, con el mismo significado.

         Es también, puesto que de una oración se trata, una especie de “dirección”, como las señas que ponemos en los sobres, como si dijéramos: “para fulano” y, en este caso, “para María”. De ese modo, sin quererlo, nuestro corazón y nuestra mente se elevan en esa dirección, tratando de alcanzar el nivel en que María se encuentra.

 

         23.- La oración continúa diciendo: “llena eres de gracia”. Considerado lo que hemos dicho antes, se comprende que manifestemos así nuestra admiración por sus logros, tratándose, como se trata, de un Espíritu Virginal como nosotros y perteneciente a nuestra misma oleada de vida. Quiere decir también que en todo momento, al estar rodeada por los ángeles y llena de amor y de pureza, la gracia la aureola, la envuelve, la llena, le rebosa.

 

         24.- “El Señor es contigo”. Y no cabe duda de que así es. Se trata de un refuerzo a nuestra oración para que, además de elevarnos a ella, lo hagamos también a Dios, de un modo instintivo, al citarlo, lo cual robustece nuestra oración porque, inmediatamente, entran en relación las vibraciones de María, de su Hijo y del que ora. Y creamos así el triángulo mágico.

 

         25.- “Bendita tú eres entre todas las mujeres”. Esto es un verso del conocido Magnificat, que no es sino la exclamación de gozo de María al visitar a su prima Isabel, embarazada de Juan el Bautista, que la reconoce como madre de Dios.

         Imaginemos la escena:

         María, sabiendo ya que espera a Su Hijo, el Salvador de la Humanidad, va a visitar a Isabel que, según le ha dicho el propio Ángel Gabriel, está también encinta. Isabel había sido su maestra en el Templo.

         Tras un viaje, en borrico, de varios días, ya que desde Nazaret, en Galilea, hasta Ain Karim, el pueblo de Isabel, en Judea, al oeste de Jerusalén, hay más de cien kilómetros, María penetra en la casa de su prima. Ésta ya tiene noticias de lo sucedido con María pero, al parecer, no la espera y, apenas penetra en el patio de su casa, el niño que Isabel lleva en su seno, se convulsiona al recibir la maravillosa vibración del aún embrionario Jesús.

         El saludo de Isabel es emocionante y forma parte de la oración que hoy estudiamos. Las dos se conocen desde niñas y se quieren y se tienen confianza. Pero Isabel, ante los hechos que las afectan, tan maravillosos, sobre todo a su prima, no puede evitar exclamar: “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”

         Y María, embargada por el recibimiento de su prima y llena de emoción y de sorpresa aún, por lo que le ha sucedido, exclama en respuesta:

                   …“Mi alma glorifica al Señor,

                   y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador

                   porque se ha fijado en Su humilde esclava.”

         Y añade, aún incrédula y humilde:

                   …”Todas las generaciones me llamarán bendita

                   porque el Todopoderoso ha hecho maravillas en mí.”

         ¿De qué hablarían estas dos mujeres excepcionales?, ¿qué se dirían? ¿qué confidencias tan extraordinarias se harían?, ¿cuáles serían sus sentimientos, sus sueños, sus ilusiones, sus aspiraciones?, ¿cuáles los futuros que forjarían para sus hijos en su imaginación? Y, ¿hasta qué punto eran conscientes del papel que estaban representando…?

 

         26.- “Santa María, madre de Dios”. Entramos con esta frase en una segunda invocación para recalcar la dirección en la que nuestro ruego va encaminado.

 

         27.- “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Parece que no pedimos mucho, pero examinemos detenidamente la petición:

         Por un lado, le pedimos que ruegue por nosotros. ¿Por qué? En base a que ella personifica el amor de madre y todas las madres ruegan por sus hijos, sean como sean.

         Precisamente por eso añadimos “pecadores”. Porque, aunque seamos pecadores, o sea, imperfectos, si nuestra madre se preocupa de orar por nosotros porque nos comprende y nos ama, nos será más fácil dominar nuestros defectos y nuestras tendencias y hollar el sendero que nuestra madre holló antes que nosotros. ¿Qué madre no es capaz de justificar cualquier error cometido por su hijo?

         ¿Y cuándo ha de orar por nosotros? “Ahora”, es decir, mientras estamos en esta vida, en este plano, luchando con las adversidades y los problemas que nosotros mismos nos hemos creado con nuestra ignorancia y nuestra ceguera. Permanentemente, día a día, porque todos los días necesitaremos de su ayuda para no caer en el pecado. Pero también “en la hora de nuestra muerte”, es decir, si a pesar de todo, caemos y, por tanto, morimos para la gracia, si nos ponemos negativos y no percibimos su amorosa vibración. Lo que estamos pidiendo es que no nos abandone porque hayamos “muerto” a la luz, que continúe esforzándose por sus hijos, como una madre, para que volvamos a esa luz y reanudemos el sendero abandonado.

         La palabra “Amén” equivale a “Así sea”. Proviene de Amón, el dios egipcio, ya que en el antiguo Egipto se juraba por Amón y, los hebreos adoptaron la expresión para manifestar el ferviente deseo de que Dios haga posible lo que se haya enunciado.

 

         28.- Conocido todo esto y teniéndolo in mente cuando recemos el Avemaría, convertiremos nuestra oración, ordinariamente limitada a unas palabras nunca reflexionadas y más o menos envueltas en materia emocional, que no pasa por tanto del nivel del Mundo del Deseo, en una invocación, un acto mental y creador, con mucha mayor efectividad, al tiempo que nos acostumbramos a mantenernos en el mundo mental y a liberarnos del mundo emocional, en el que pasan la vida la mayor parte de los hombres. Nosotros, como estudiantes de ocultismo, hemos de intentar permanentemente vivir en el mundo del Pensamiento, cuanto más elevadamente, mejor. Porque todos sabemos que la energía sigue al pensamiento y que el pensamiento es creador. Pero no desligar nunca el pensamiento del corazón: Amar con la cabeza, es decir, con discernimiento, sabiendo qué se ama y por qué; pero también amar con el corazón, dispuestos al perdón, a la tolerancia, a la comprensión, al sacrificio…

         Habiendo comprendido los mecanismos, tanto del Padrenuestro - objeto de la conferencia pasada - como del Avemaría, ¿podéis imaginar la elevación que se puede alcanzar rezando conscientemente el santo rosario?

 

         29.- Voy, para terminar, insistiendo en mi tendencia leonina de hablar de mí, a leeros un poema que compuse cuando tenía diecisiete o dieciocho años y que pertenece a una serie de obras poéticas que a punto estuve de destruir cuando, hace unos meses, aparecieron entre mis papeles, pero que he preferido conservar como hitos de mi vida que son, y a cuyo conjunto yo denominaría “Poemas adolescentes”. Lo titulo

 

Tríptico a la madre

 

                                                          I

                               A nadie nos es dado en esta vida

                            elegir de quién hemos de nacer.

                            ¡Buscar madre…! la madre tan querida

                            nos la busca el Señor, que nos da el ser.

                               Si tú, antes de nacer, por don divino,

                            pudieras elegir madre a placer,

                            ¿qué madre buscarías?, ¿con qué tino?

                            ¿a quién elegirías?, ¿qué mujer?

                               Sin duda, buscarías… la más buena…

                            ¡la que aquí te crió con gran amor!,

                            porque Dios te la dio de amores llena,

                            (la madre que por ti calla el dolor,

                            el ser que, al llorar tú, muere de pena)

                            que, lo que nos da Dios es lo mejor.

 

                                                        II

                               Pero Dios, una vez, vino a este mundo

                            para ser hombre aquí, por padecer,

                            bajándose del cielo a este profundo;

                            y, por ser hombre, tuvo que nacer.

                               Dios sí que pudo, entonces, buscar madre,

                            ¡el Dios que nos da madre y nos da el ser,

                            el Dios que mueve montes, nuestro Padre,

                            tuvo que elegir madre a una mujer!

                               Y Dios, en ese trance, ¿qué no haría

                            en favor del mortal que había de ser

                            aquélla de quien luego nacería?

                               El que no encuentra freno a su poder

                            puso su fuerza y su sabiduría

                            en la creación feliz de esa mujer.

 

                                                         III

                               Y surgió de Su mano soberana

                            la más bella creación que pudo dar:

                            la mujer más divina y más humana

                            que a Dios mismo es posible imaginar.

                               La virtud, el candor y la ternura,

                            la pureza, la fe, belleza, amor,

                            confundiéronse en esta creatura

                            destinada a ser madre del Creador.

                               Tuvo que elegir madre y elevarla,

                            la tuvo que crear y la creó

                            y luego, cual buen hijo, supo amarla

                               y, más tarde, en la cruz, nos la entregó.

                            ¡Demos gracias a Dios porque, al crearla,

                            se dio madre a Sí mismo… y nos la dio!

 

[Emblema de María con la letra M]
 

EL AVEMARÍA
EN EL CATECISMO

 

"Dios te salve, María [Alégrate, María]". La salutación del Angel Gabriel abre la oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf. Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que El encuentra en ella (cf. So 3, 17b)

"Llena de gracia, el Señor es contigo": Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia. "Alégrate... Hija de Jerusalén... el Señor está en medio de ti" (So 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los hombres" (Ap 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que entregará al mundo.

"Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. "Llena del Espíritu Santo" (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído... " (Lc 1, 45): María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las "naciones de la tierra" (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.

"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... " Con Isabel, nos maravillamos y decimos: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros como oró para sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad".

"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf. Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.

Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 2676-2677

 

 

[Emblema de María con la letra M]